Por mucho tiempo hemos votado por partidos políticos como si fueran entidades puras, guardianes de ideologías y principios. Pero hoy, con la experiencia que da el tiempo y la observación crítica de la realidad política colombiana, me atrevo a decir que esa lógica se acabó.

Reconozco que incomodo a quienes aún creen en la estructura partidista como el eje de la democracia. Pero basta mirar alrededor para entender que los partidos han perdido su esencia ideológica. Hoy un político puede estar en un partido, mañana en otro, y pasado mañana en uno completamente distinto. ¿Dónde queda la coherencia? ¿Dónde está el compromiso con una visión de país? Lo que prima es el interés personal, la conveniencia electoral, el cálculo frío donde haya más posibilidades de ganar.

Y no se trata de satanizar a todos los que hacen parte de los partidos. En todos hay gente buena, capaz, y comprometida con el bienestar común. Son la mayoría, pero lamentablemente no son los más visibles. Los que acaparan los titulares, los que se roban el protagonismo, son los menos: los corruptos. Esos que negocian favores, que compran conciencias, que se enriquecen con los recursos públicos. Esos que deberían estar en el ostracismo, lejos de cualquier cargo público, lejos de la posibilidad de seguir haciendo daño. La democracia necesita todos los partidos y le sobran todos los corruptos.

Por eso insisto: no votemos por partidos, votemos por personas. Miremos a los candidatos a los ojos, escuchemos sus propuestas, revisemos su trayectoria. ¿Han sido coherentes? ¿Han trabajado por la gente? ¿Tienen convicciones firmes? ¿Simplemente están en campaña para ver lo que pueden sacar para sí mismos? ¿O son los mismos ladrones de siempre?

No podemos votar por ladrones. No podemos premiar la corrupción con votos. No podemos seguir eligiendo a quienes ven el poder como una mercancía, como algo que se compra y se vende. Es hora de que los buenos, los decentes, los que tienen criterio y convicciones sin ánimo de lucro, den un paso al frente. Y es hora de que nosotros, como ciudadanos, los apoyemos. La política no puede seguir siendo un mercado de intereses.

Muchos sienten desconfianza, están cansados de promesas incumplidas, de escándalos y traiciones. Pero hay esperanza. La he visto en líderes que trabajan sin descanso, en jóvenes que se organizan para transformar sus barrios, en profesionales que quieren aportar desde su conocimiento. Esa es la gente que necesitamos.

Y para que eso ocurra, hay que entrar a los partidos. Sí, así como lo digo. Hay que entrar a los partidos con el apoyo de la gente para sacar a los corruptos porque no podemos dejarles el terreno libre. No podemos permitir que sigan manejando las estructuras políticas como si fueran feudos personales. Hay que disputarles el poder desde adentro, con ética, con propuestas, con trabajo serio. No hay que votar por partidos, hay que votar por personas dignas para erradicar a los corruptos que están dentro de ellos.

La transformación no vendrá de afuera sino de adentro, cuando los ciudadanos decentes se atrevan a participar, cuando los votantes dejen de elegir por costumbre y empiecen a elegir con conciencia. Cuando entendamos que la política no es sucia por naturaleza, sino que la ensucian quienes la usan para fines mezquinos.

Estamos en un momento crucial. Ya se empiezan a mover las cosas para definir aspirantes al Congreso de la República. Y es ahora cuando debemos alzar la voz, exigir transparencia, rechazar el clientelismo, mirar más allá de los logos partidistas y enfocarnos en las personas.

No votaré por partidos sino por personas que han demostrado integridad, no agachan la cabeza por dinero, no se venden como vulgar mercancía. Votaré por quienes tienen el coraje de decir la verdad, enfrentar a los corruptos, trabajar por el bien común.

Y espero que muchos hagan lo mismo. Porque solo así podremos cambiar el rumbo para construir una democracia real, participativa, ética. Solo así podremos dejar atrás la política del negocio y avanzar hacia la política del servicio. La decisión está en nuestras manos. No la desperdiciemos.

Y como dijo el filósofo de La Junta: «Se las dejo ahí…” @LColmenaresR