El representante a la Cámara por La Guajira, Jorge Cerchiaro, radicó el Proyecto de Ley 323 por el cual se declara, protege y salvaguarda el chirrinchi guajiro como patrimonio cultural
inmaterial de la Nación. ¡Absurdo!
Mientras el departamento se ahoga en problemas estructurales como falta de agua potable, hambre, pobreza, desnutrición infantil, desempleo y corrupción, el congresista decide promover una bebida alcohólica artesanal sin ningún control sanitario y con alto riesgo para la salud.
El chirrinchi, más allá de los usos rituales o festivos, es nocivo y su consumo está ligado a intoxicaciones, enfermedades hepáticas, violencia intrafamiliar y desórdenes sociales. ¿Símbolo para exaltar como identidad cultural de La Guajira? ¿El Congreso invirtiendo tiempo y recursos en patrimonializar una bebida que causa estragos en la salud pública?
Lo más indignante es que al convertirlo en patrimonio, el Estado quedaría obligado a destinar recursos para su promoción y conservación. No me imagino a Mincultura o Mineducación financiando campañas para tomar más chirrinchi y emborracharse. Total contradicción: mientras mueren niños de hambre, se proponen leyes para dignificar una bebida que, en lugar de vida, trae enfermedad y adicción.
No estoy en contra de reconocer y proteger la cultura wayuu, al contrario: soy convencido de que el rescate de sus raíces es fundamental para fortalecer la identidad del pueblo guajiro. Pero la defensa de la cultura no puede confundirse con la exaltación de prácticas que afectan la salud y dignidad de las comunidades.
Existen otros bienes culturales wayuu que merecen con urgencia ser patrimonializados porque representan la verdadera riqueza espiritual, cognitiva y artística de nuestro pueblo:
- El idioma wayuunaiki, lengua viva que debería reconocerse como segunda lengua oficial en Colombia.
- El sistema normativo wayuu, ejemplo de justicia propia, adoptado por el Sistema Integral de Verdad, Justicia y Reparación.
- El palabrero o putchipüu, mediador cultural que construye paz con la palabra.
- La culinaria wayuu, con platos únicos como el frichi y la cecina.
- La Yonna o danza de la chichamaya, símbolo de espiritualidad y armonía con la biodiversidad.
- El orden sociojurídico matrilineal, que otorga a la mujer un rol protagónico en la vida comunitaria.
- El encierro de la menarquia, donde las niñas reciben la transmisión de saberes ancestrales.
- Los cantos wayuu, como el Jayechi, que expresan la conexión con el cosmos y la naturaleza.
- La arquitectura ecológica wayuu, que aprovecha el yotojoro, el barro y los recursos del entorno para construir viviendas armónicas con el ambiente.
Verdaderos tesoros que deberían ocupar la agenda cultural del Congreso para reconocerlos como patrimonio nacional fortaleciendo la identidad wayuu y oportunidades económicas limpias (como el tejido o la gastronomía), y abriría espacios de dignificación para las mujeres, los jóvenes y los ancianos de la comunidad.
Por eso mi reclamo va directo al representante Jorge Cerchiaro: ¡cumpla con su papel! Su curul no puede ser la plataforma para iniciativas folklóricas sin sentido práctico, mientras el pueblo guajiro se muere de sed y hambre. Usted fue elegido para defender los intereses de La Guajira, no para distraer al Congreso con proyectos que parecen más ocurrencias que soluciones.
La Guajira necesita congresistas que luchen por recursos para agua potable, vías que conecten a las comunidades, escuelas dignas, hospitales que no sean cascarones vacíos. Necesitamos representantes que exijan transparencia en la ejecución del presupuesto, que impulsen proyectos productivos sostenibles y que defiendan nuestro territorio del despojo.
Mientras nuestros verdaderos patrimonios agonizan, el Congreso discutirá si el chirrinchi merece un Plan Especial de Salvaguardia. La Guajira no puede seguir siendo reducida a una caricatura cultural donde el alcohol ocupa el lugar del idioma, la danza, la música o la arquitectura. ¡No al chirrinchi como patrimonio cultural!
Representante Cerchiaro, por favor, deje las ocurrencias y trabaje por los guajiros. Porque mientras usted juega con el chirrinchi, la gente clama por dignidad, por vida y por futuro. La cultura no se preserva exaltando el alcohol sino educando, protegiendo y dignificando a las comunidades. La Guajira merece mucho más que un proyecto que la reduce a una caricatura etílica…
Y como dijo el filósofo de La Junta: «Se las dejo ahí…” @LColmenaresR
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